Entrada 6: Padre, aleja de mí este cáliz.

Hola querido lector, son las 4am y no puedo dormir. Te voy a contar un evento muy importante de mi vida no sin antes advertirte que puede ser perturbador para tí, pero igual debo mencionarlo porque éste evento en particular fue determinante para mí crecimiento espiritual. 

Yo no sé de Biblia, soy un redimido de la calle, pero éste salmo, que he escuchado miles de veces en mi vida me ayudó a comprender todo, una vez lo hice con la luz de Dios. 

Salmo 118, versículos 22 al 23.
"La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular".

Corría el ano 1972 al 73 más o menos, yo podía tener 7 años. Como te contaba vivía dentro de un castillo, mi fortaleza. Pero, ya sabes, no hay cuentos de castillos y princesas si no hay un ogro en la historia.

Nuestro castillo era grande, muy grande (era una casa, no creas en cuentos de hadas). Tenía muchas habitaciones y espacios por montones dónde dar rienda suelta a tu imaginación. Tú tal vez la recuerdas, estuviste allí y traes de allí recuerdos hermosos y entrañables. Cuando estábamos pequeños correteábamos y nos divertíamos como nunca. Qué recuerdos. 

La finca, tenía un gran terreno, cubierto de árboles frutales, mucha manga o cesped digamos, tenía una pequeña cancha de fútbol, una piscina helada y de verdad, créeme, aquello era del otro mundo. 

Como te digo, corrían esos años y no había manera de vigilar lo que ocurría en todo ese gran terreno. No había la tecnología para ello, se hacía lo que se podía y te apoyabas en la gente de confianza para eso.

Para poder tener al día una casa como esta, era necesario contar con un grupo de apoyo importante. Había empleadas que se encargaban del servicio doméstico y otras personas que se encargaban del mantenimiento de la finca.

Había tres personas en ese entonces que se encargaban de las labores exteriores y de jardín allí. Teníamos, mi papá como te cuento, antojado de todo, un pequeño cafetal, creo que nunca se vendió nada de lo que se sacó pero, ey, teníamos hasta cafetal. 

Éste pequeño cafetal requería de una persona que estuviera al frente. 

Durante un tiempo comprendido aproximadamente entre mis 7 y 9 años, esta persona abusó sexualmente de mi en muchas oportunidades, más de las que quiero recordar pues no tiene sentido. Lo importante no es ésto, lo verdaderamente importante es lo que vino después.

Por qué Dios mío? Por qué yo? Por qué me pasan éstas cosas a mi?

Estos interrogantes y más, atropellaron mi vida durante casi 50 años, sin sentido, llenos de dolor, de indignación y de incomprensión. No sólo por lo que aquello representó para mí en su momento sino porque mi vida cambió radicalmente de la noche a la mañana. Me volví irascible, grosero, no quería estudiar, no quería tampoco ya llegar del colegio a disfrutar de todo aquello. Todo ese paraíso hermoso se había convertido ahora en mi prisión.

Mi vida a partir de aquí es otra, pero como te decía, Dios tenía un plan perfecto, y este mal trago era indispensable para que yo le viera y acudiera a El en busca de consuelo. 

Ya te he contado en muchas líneas y perdón por extenderme, el evento que ha sido para mí una de las columnas que soporta mi crecimiento espiritual. Este fue mi secreto por años. Nadie nunca supo nada, hace apenas poco comencé a hablar de ello y a sanar mis heridas. Hoy, te adelanto un poco del final, no tengo ningún dolor ni resentimiento al respecto y éste, querido lector, es apenas uno de los muchos milagros que Dios ha hecho en mi vida.

Hoy sólo puedo decir. Gracias Dios, gracias. 

Ésto apenas comienza, tengo mucho qué contarte, no te vayas.

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